Un hallazgo arqueológico en San Antonio del Tequendama agrava los problemas que ha tenido el proyecto del cual depende el abastecimiento de energía de la capital a partir de 2015.
Por: Juan Camilo Maldonado

Desde hace más de seis meses, y
en completo sigilo, un grupo de arqueólogos y excavadores de la
Universidad Nacional ha venido desenterrando lo que parece ser una aldea
muisca o premuisca entre los cerros cercanos al Salto del Tequendama,
que podría tener hasta dos mil años de antigüedad.
Se
trata, según Ernesto Montenegro, subdirector científico del Instituto
Colombiano de Antropología e Historia (Icanh), de un hallazgo
“importante”, con “características relevantes, asociadas con la historia
de la sabana”.
La aldea muisca o
premuisca fue encontrada en el municipio de San Antonio de Tequendama,
entre los cerros que se extienden hacia el nororiente del Salto del
Tequendama, durante las “excavaciones preventivas” que realizaba
Empresas Públicas de Medellín (EPM) para construir la subestación de
energía eléctrica Nueva Esperanza, quizá la más crítica y millonaria
obra de infraestructura para evitar el desabastecimiento de energía para
2015 en Bogotá.
El hallazgo ha sido
un agridulce capítulo en la ya polémica historia del proyecto de Nueva
Esperanza. Para EPM, Codensa (dueña de los terrenos), el Grupo de
Energía de Bogotá y básicamente todo el estamento nacional relacionado
con el sector minero-energético, la aldea hallada hace meses pone en
riesgo un proyecto vital para prevenir el desabastecimiento energético
de Bogotá para 2015, tal como lo ha advertido la Unidad de Planeación
Minero-Energética.
Sin embargo, para
el estamento arqueológico, empezando por el Ministerio de Cultura, que
prepara su anuncio oficial en pocos días, el hallazgo arqueológico es un
hecho sin precedentes y emocionante para la historia del altiplano
cundiboyacense.
Aunque aún el Icanh
no ha recibido de manera oficial el informe del reconocido arqueólogo
colombiano Pedro Argüello (quien dirige las excavaciones), ya hizo
presencia en la zona y ha recibido informes permanentes acerca de lo
hallado en “Nueva Esperanza”, como se refieren todos a este enclave
arqueológico en las montañas que circundan el valle del Tequendama.
Según
asegura Ernesto Montenegro, las excavaciones de los últimos meses han
permitido descubrir “una zona ocupada amplia, que debió tener una
densidad poblacional importante. Asociado con eso hay características
rituales, aunque no sabemos si los espacios y las plantas fueron
utilizados con este fin”. Y el subdirector científico concluye: “El
sitio contiene una diversidad de elementos que dan emoción”.
El
Espectador hizo presencia en el área de la excavación y pudo verificar
cómo, en efecto, entre bosques de niebla y pequeñas laderas, comienzan a
revelarse las planchas sobres las cuales se emplazó el asentamiento
muisca (ver foto).
Fuentes
extraoficiales, pero muy cercanas a lo que ha venido ocurriendo,
aseguran que en lo que va corrido de la exploración han sido encontrados
más de 1.500 objetos arqueológicos. También han aparecido restos
humanos.
A diferencia de la enorme
necrópolis muisca de Usme, descubierta en abril de 2008 durante las
excavaciones realizadas por Metrovivienda para la construcción de
proyectos de vivienda de interés social, lo encontrado en Nueva
Esperanza es más que una colección de tumbas. Se trata, asegura
Montenegro, de un espacio que contiene “plantas de habitación, por lo
que es posible que haya sido un antiguo poblado indígena”.
Sin
embargo, todo lo que se puede llegar a saber del descubrimiento en los
terrenos de Emgesa es incipiente. El Icanh espera recibir un primer
informe en las próximas semanas, dentro del cual espera encontrar pistas
sobre el posible uso que se le dio a este asentamiento. Para
Montenegro, aún no es claro si “fue un sitio de ocupación permanente,
temporal o ritual”.
De lo que sí
parece estar seguro es de que la posible aldea “puede llegar a tener dos
mil años de antigüedad”, tan antigua como la necrópolis de Usme, donde
en su momento se estimó el hallazgo de más de 1.500 tumbas. Sin embargo,
el dato tendría que ser confirmado con un análisis de carbono 14.
En
total incertidumbre queda el proyecto Nueva Esperanza, ideado por el
Ministerio de Minas y Energía y su Unidad de Planeación
Minero-Energética, para aumentar la cantidad de energía que se
transporta a Bogotá desde la represa del Guavio. Con una inversión
estimada de US$100 millones, el proyecto fue adjudicado en 2010 a
Empresas Públicas de Medellín y desde hace un año está en vilo por
cuenta de la negativa de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales
(ANLA) a darle su visto bueno.
El
asunto preocupa tanto al sector minero-energético —y a las autoridades
distritales—, que ayer en la mañana, durante la presentación del
Análisis de la Situación Energética de Bogotá y Cundinamarca, por parte
de investigadores de Fedesarrollo, se discutió abiertamente y con
preocupación el año de atrasos que tiene el proyecto. En la reunión se
encontraban, entre otras altas personalidades, la presidenta del Grupo
de Energía de Bogotá, Sandra Fonseca, y la secretaria general de la
Alcaldía de Bogotá, Susana Muhamad.
El rumor en los
pasillos era uno solo: sin Nueva Esperanza, si no se tiene un plan b,
Bogotá y sus 8 millones de habitantes se arriesgan a un
desabastecimiento energético para 2015.